Hace exactamente un año la vereda de la Legislatura de Chubut se llenó de humo verde; tras la cortina espesa se veía una mano que sostenía la bengala de humo y más atrás comenzó a distinguirse, cuando las volutas se volvieron menos espesas, a un grupo de personas que claramente festejaban algo. Ese festejo fue la catarsis y la posibilidad de algo nuevo: hacía pocos momentos se había aprobado por unanimidad —sí, algo histórico— la Ley Salomé. Repito, fue unánime, no hubo un sólo representante que haya puesto en duda la validez o el contenido de la ley. Esto no habla necesariamente de lo infalible del texto aprobado o de la imposibilidad de debate, sino que habla del consenso y del trabajo previo con el que se llegó al día de la votación. Es importante destacar que una ley es una suma de voluntades, de golpear puertas, de moverse, de convocar, de debatir, de argumentar, y todo ello decantó en la contundencia con que desde hace un año, Chubut, cuenta con la ley Salomé aprobada por todo el cuerpo del máximo organismo legislativo provincial.
Tras la cortina de humo empezamos a ver con más detalle y notamos banderas, la de 4 Almas, la de Green Valley —instituciones y ONGs provinciales—, y vemos los rostros de actores y actrices que cultivan, que dictan conversatorios, que son profesionales de la salud, investigadores, usuarios que apostaron a una terapia con cannabis que les cambió las condiciones de vida. Es que pasaron dos cosas, por un lado, el cannabis es medicinal y es un derecho y, por el otro, se crearon muchísimos proyectos que entienden a la planta como lo que es: un cultivo que posibilita proyectos industriales de avanzada con la garantía de ampliar la matriz productiva y crear fuentes de trabajo. Pasó exactamente un año y hoy, esos actores siguen esperando la reglamentación.
La ley fue pionera a nivel nacional porque posibilita el uso medicinal y el dispendio de materia vegetal y derivados para tratamientos en farmacias, y abre el juego para que el sector productivo pueda desarrollar proyectos innovadores con cannabis en la zona. El territorio es punta de lanza en cuanto al cultivo de cannabis se refiere, que data de los ‘60, y desde allí no paró. Acompañando a este proceso surgieron leyes regionales que ampliaron progresivamente los derechos de cultivadores y usuarios, y dejaron vía libre para los primeros estudios clínicos y científicos sobre la planta. A un año de la aprobación de la ley Salomé se dio luz verde a dos leyes a nivel provincial, una en Mendoza y otra en Salta, que tuvieron a Chubut como horizonte y espejo.
Cuando nace una ley se abre un paraguas que resguarda, contempla y delimita un accionar. La ley Salomé es una lupa que amplifica la incidencia no sólo del cannabis medicinal sino del cáñamo, en la posibilidad de escalar el cultivo a niveles industriales. Si nos asomamos y miramos por encima del muro del prejuicio y nos hacemos preguntas como ¿qué se puede fabricar con cáñamo? ¿se mejora el suelo gracias a su cultivo? son consultas que hoy sólo quedan en la imaginación o en experiencias de otras regiones ya que no pueden materializarse por la falta de la reglamentación, no puede abrirse la posibilidad de plantar en terrenos arcillosos del Chubut profundo ni medir las mejoras en esos suelos, a pesar de existir registros y proyectos de cultivo de cáñamo en Chubut que posibilitan la reducción de la huella de carbono y fortalecen las economías regionales.
También nos hacemos preguntas como ¿puedo llevar mi aceite de cannabis cuando viajo? Actualmente tras las demoras en el alta del Registro del Programa de Cannabis —REPROCANN— muchos pacientes se ven obligados a abandonar su tratamiento o caer en la clandestinidad para sostener un derecho vulnerado burocráticamente. El club 4 Almas, la ONG de cultivo que abastece de materia vegetal y aceites de cannabis para tratamientos a usuarios que cuentan con el REPROCANN, conocen de primera mano lo que es la incertidumbre. Los socios preguntan casi a diario qué pasa con la ley porque el REPROCANN, que tiene una vigencia máxima de 3 años, se tiene que renovar y se cae en el ciclo burocrático de demoras que vulneran la vigencia del programa. El paraguas de la ley Salomé, además, es el siguiente: contempla un registro propio y regional para garantizar el acceso seguro a cannabis medicinal de calidad y a la transportabilidad del mismo, evitando la angustia de pacientes que no saben cómo continuar con sus tratamientos.
Pasó un año desde la aprobación de la Ley Salomé y durante este periodo se investigó el efecto del aceite de cannabis producido con variedades locales, cultivadas y patentadas en Chubut a través del CONICET en el Instituto Nacional de las Semillas, para evaluar la eficacia en pacientes con dolor crónico. La investigación derivó, entre otras cosas, en el paper “Eficacia de los extractos de cannabis de espectro completo en el tratamiento del dolor crónico: un estudio abierto” que hoy por hoy es un documento referenciado en la comunidad científica internacional. Las autoras son Flavia Aragón, médica del hospital Andrés Ísola, e Irene Mac Carthy, farmacéutica del mismo hospital y la Dra. Silvia Kochen, investigadora del CONICET y médica del Hospital El Cruce de Florencio Varela. Los resultados fueron contundentes con una mejora en la calidad de vida al reducir significativamente el dolor, lograr una notable mejoría del sueño, el ánimo, y la energía, con una merma en el uso de analgésicos. Este trabajo se llevó adelante a pesar del golpe en cuanto a financiamiento y al estigma que se intenta instalar sobre la comunidad científica, un doble estigma que desliza que la ciencia es inutil y que la planta es droga, para levantar la sospecha y sostener el muro del prejuicio.
Una ley también es una apuesta. Después que se sancionó la Ley Salomé surgió una última pregunta ¿Qué hacemos nosotros? Y la respuesta fue capacitaciones, charlas, propuestas de proyectos, copas cannábicas, capacitaciones a las fuerzas de seguridad, reuniones con autoridades municipales, con autoridades provinciales, encuentros, investigaciones; se redobló el esfuerzo en inversiones sobre la capacidad instalada para ampliar y mejorar cultivos y extracciones. Se profundizó en la sinergia de los puntos estratégicos a los que la provincia puso el acento: turismo, salud, producción y trabajo. El sector cannábico tiene la visión de que la vertical es una potencial fuente de trabajo, de proyectos turísticos que puedan despertar el interés con propuestas disruptivas, de inversiones productivas y de la creación de espacios de acceso seguro para combatir el narcomenudeo. Hoy se rememora una gesta con el deseo intacto de que de una vez por todas se reglamente y se ponga en juego la Ley Salomé.
Pasó un año y la ley no está reglamentada, y aún así creció el impulso, la proyección y la imaginación de un sector que utiliza la información y la creatividad a su favor ¿Te imaginas si se reglamenta?